Las tierras pisadas con aquellos pies descalzos
fueron interrumpidas por el hombre y sus botas de cuero negro.
La sangre derramada en los senderos,
fue sepultada por las herraduras de los caballos,
y se hicieron caminos
y de ellos ciudades y países,
se crearon reyes y coronas espinosas,
y humanos de razas y linajes.
Se le dio un nombre al dueño y el puesto al esclavo,
y se le pasó a éste una pala y un rastrillo,
para que labrara la tierra de sus ancestros,
cubriendo el sudor derramado por el indígena para obtener su cosecha.
Zarparon profesores y obispado,
cobradores de impuestos y abogados proclamando sus leyes,
se castigó al que robó por hambre mas no al que lo hizo por avaricia
y todo lo que no encajó
se adjudicó a la voluntad del Señor.
El hombre siguió forjando
y no se cansó con puentes ni palacios,
debió cobrar con piel el vació de sus certezas,
provocó oleajes de ira y desesperanza
y alzó su poder con dictaduras y metralletas.
Pero tampoco fueron suficientes las riquezas, las guerras o los imputados.
Entonces alguien sugirió luchar por la libertad,
se desvió de normas y convenciones,
llamó a las multitudes a luchar por la información
y a tratar a sus iguales como hermanos,
pero a aquel se le considero loco e inconciente
y fue acallado y abortado de la sociedad,
porque su gente se acostumbro a vivir como lo hace un sirviente:
entregaron a los dueños de las tierras sus calles, sus casas y su buena voluntad,
cedieron a sus hijos y sus escuelas,
el pueblo vendió su agua y su leña,
puso precio a sus frutos y educo a sus niñas
para servir al que llegara de visita
a interrumpir esta tierra descalza.
Y los humanos se olvidaron de las penas y calamidades,
Continuaron construyendo puentes y fortaleciendo sus cadenas,
las cosechas crecieron sobre los cuerpos de la gente olvidada
y el humo de la leña cubrió los cielos de cenizas.
Dentro del vientre fecundo de la tierra
aún se escucha el grito de la mujer y el indígena,
el sabor de la sangre derramada, la misma que olió el joven que soñó la libertad.
Hay quien de vez en cuando presiente el murmullo de la tierra
y asciende en sus venas el fuego de la historia,
pero se debe seguir labrando en silencio,
porque falta dinero para el pan y para guardar las apariencias,
Porque el amo desde su torre observa la nueva cosecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario